lunes, 18 de abril de 2016

VOCACIÓN MISIONERA


Acepto con mucho gusto escribir esta breve y sencilla reflexión para la Delegación Diocesana de Misiones de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz.

Todo comenzó hacia la mitad del siglo XX cuando un grupo de jóvenes se reunían para orar y reflexionar sobre su destino en la vida en el ambiente de las Congregaciones Marianas dirigidas por los Padres Jesuitas en la ciudad de Badajoz, donde nuestro hermano Valentín González Toscano tuvo su encuentro con Jesucristo y dio su respuesta a la pregunta ignaciana: “Señor, ¿que quieres de mí?” Como respuesta a la pregunta y terminado sus estudios decide seguir a Jesucristo en el sacerdocio, con esa vocación que en aquel entonces ya se llamaban vocaciones tardías.

Después de varios años en el Seminario Diocesano de San Atón, recibe la ordenación sacerdotal el 30 de marzo del año 1963  oficiando el Obispo D. Doroteo Fernández y Fernández.

Su primer nombramiento en Oliva de la Frontera donde desarrolla su ministerio como Coadjutor por breve tiempo. Inmediatamente siente la necesidad de ampliar el horizonte de su vida y junto con otros compañeros sacerdotes de la diócesis parte para Hispanoamérica. Siguiendo a San Francisco Javier que recorrió millones de kilómetros puso tierra por medio y arribó en Costa Rica para anunciar la buena noticia de Jesús. El asunto de su vida. Desarrolló su labor sacerdotal en varias parroquias costarricenses. Embarcaron seis sacerdotes de nuestra Archidiócesis como un equipo sacerdotal, se reunían para orar, proyectar  trabajos, estudiar temas, pensar juntos. Era una manera de dar respuesta a los retos del momento con un espíritu realista y creativo... Habían profundizado que la Iglesia local, además de su vida hacia dentro  ( Palabra, Liturgia, Celebración, Comunidad) debe ser misionera hacia fuera. Debe ser CATÓLICA.

Seguían el espíritu, especialmente intenso, misionero de la época y que aún continúa vigente y necesario en nuestra época y en nuestra Iglesia. Se impone como una invitación y una exigencia para una Iglesia que quiere compartir sinceramente “los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres sobre todo de los pobres y afligidos” (GS 1). El ejemplo de los misioneros tiene hoy respuesta en muchos miles de sacerdotes, religiosos y laicos.

Quiero agradecer de todo corazón el esfuerzo y la entrega a favor de la gente que han realizado nuestros misioneros y que continúan hoy en la avanzadilla de la Iglesia que son las MISIONES. Es de justicia destacar la buena labor que llevan a cabo y el gran servicio que prestan a la Iglesia. Viven la radicalidad que compromete a toda la persona hasta la raíz de su ser.

La vocación misionera continúa viva en la Iglesia. Esa vocación solidaria y entregada de por vida con la esperanza de anunciar a Aquel que es la “Luz para alumbrar a todas las naciones” (Lc. 2, 12) Jesucristo nuestro Señor y Salvador.

Recordando a Valentín, que nos acaba de dejar en este Año de la Misericordia, su vida misionera nos enseña que no cometamos el error de mirar el pasado glorificándolo. La nostalgia no tiene que servir para dulcificar, ni para exagerar, ni para resignarse, sino para vivir con fidelidad cara a Dios, a Jesucristo, hasta los últimos días de la vida, como ha sido la vida de nuestro querido hermano Valentín González Toscano. Para conseguirlo apoyemos nuestra fidelidad en el querer de Dios.

Pedro Losada, sacerdote  


No hay comentarios: