Del 24 de julio al 15
de agosto los he pasado en Perú
visitando a nuestros hermanos:
Fernando Cintas, Manolo Vélez, Antonio Sáenz, Juan Andrés, César,
que junto con nuestras hermanas:
Isabel, Glafira, Rosa, Judí, Roció y Caty,
Hijas de la Virgen para la Formación Cristiana, forman el grupo de nuestra
Iglesia de Mérida - Badajoz que están como misioneros y misioneras en el país
andino desde hace más de treinta años.
Con ellos he visitado
sus parroquias y sus distintas comunidades dando comienzo por las que sirve
Manolo Vélez, Llanacora donde pasé un par de días, allí estaba Coro, la
veterana misionera que emplea sus vacaciones para servir y colaborar en varios proyecto que lleva en la Diócesis de
Chachapoyas desde hace más de una década; en esta ocasión se encontraban en
Cajamarca con las hermanas: Hijas de María
Madre de la Iglesia, (también paisanas nuestra fundadora Beata Matilde) que llevan
una gran obra en Baños del Inca Cajamarca. También visitamos la Comunidad de Shaullo Grande para ver las obras de la Iglesia que, gracias a la ayuda del Fondo de Solidaridad
Diocesano, esa comunidad está construyendo.
De allí pasamos a Celendín para estar con
Antonio Sáenz y celebrar con él las Fiestas Patria y las Fiestas Patronales.
Allí coincidí, ellos ya de vuelta del itinerario que yo empezaba, con nuestros
amigos: José Rubio, Sonia, Gema, Isabel y Carmen,
que como en otras ocasiones,
inquietos y preocupados por la misión Ad
Gente han vuelto para pasar un mes con los sacerdotes y religiosas de
nuestra diócesis colaborando con ellos en todo lo que conlleva la Misión.
A los dos días Antonio
nos llevó a orillas del Marañón, línea divisoria entre la Jurisdicción de Celendín y Leymebamba,
ambas parroquias de diócesis distintas,
(Cajamarca y Chachapoyas) y donde
nos recogió Juan Andrés y David, el Ángel de la Guarda del padre, que venían de celebrar en Chacantos. Sacamos
las viandas, y celebramos el encuentro gozoso comiendo debajo de un MANGO, que
nos supo a Gloria; terminada la comida
Antonio se volvió a Celendín y nosotros nos marchamos a Leymebamba pasando por el Calla Calla, que nunca me acostumbro,
aunque tengo que decir que es
espectacular todo el camino. Al fin llegamos sanos y salvos a Leymebamba.
Aquí y en los alrededores nos
pasamos unos días compartiendo Misa y mesa en Palmira, Dos de Mayo y Montevideo.
Nos marchamos a
Chachapoyas para visitar al Sr. Obispo
D. Emiliano y a Caty, allí esperamos a César
que venía de visitar las comunidades más lejanas de sus parroquia y que se había pasado ocho
días con muchas horas de carro, mulas, y
a pie, para poder visitarlos a todos.
Ese mismo día, después de comer con Caty nos marchamos a Rodríguez de Mendoza.
Allí me pasé unos días con
César, conviviendo y visitando algunas de las comunidades más cercana: Omia,
Los Olivos donde la Titular es la Virgen de Gracia, donada por la
Comunidad de Oliva de la Frontera , es
una excelente talla (hecha por nuestro amigo José M. Gamero Gil), que ellos la veneran con mucha devoción y fe.
Misas por difuntos
recientes con sus correspondientes suculentas cenas celebrativas.
El domingo a las siete
en la radio, en un programa que tiene los domingos César. Después camino de Huambo para desayunar con las
hermanas y celebrar la Eucaristía con la Comunidad Parroquial, ¡Que gusto
celebrar en esa comunidad! Vuelta a Mendoza para Celebrar la Misa Parroquial. Después de la
comida vinimos a dormir al Convento de
nuestras hermanas en Chacha, allí nos alojó Caty y compartimos cena y comida del día siguiente con: Caty, Juan
Andrés, Coro, David, César y un servidor. Después de los postres, brindis y
fotos, dejamos a César, que intervenía en la Formación Permanente del Clero de Chacha,
que daba comienzo al otro día y nosotros vinimos a Leymebamba.
Y cuando se cumplió el
tiempo me llevaron a Chacantos, no sin antes pasar por el Calla Calla, donde nos esperaba otra vez Antonio Sáenz,
Nos
fuimos a una casa y abrimos las mochilas y sacamos: la tortilla de Patatas,
filetes de pollos empanados, que nos había preparado Coro, y algunas latas que
teníamos de reserva y comenzamos el festín. Terminado el banquete Antonio, Lázaro, su compañero y yo nos volvimos a Celendín,
como estaba previsto para pasar unos días con Antonio que resultó para mí muy
interesante tanto por nuestras largas charlas como la despedía en Aguadulce con
aquella comunidad encantadora a muchos metros de altitud y acceso endiablado
El día doce me llevó a
Cajamarca, saludamos al Obispo y Antonio me despidió en el aeropuerto rumbo a
Lima.
En Lima me marché con
las Hermanas: Isabel, Glafira, Judi y Rocio y Nuestra Coro que había llegado
esa mañana con Juan Andrés que aprovechó para resolver algunos asuntos en Lima,
allí estuvimos unos días conviviendo y celebrando acontecimientos. Allí nos
juntamos con Fernando Cintas, el Decano de los Misioneros de Perú con más de
tres décadas de permanencia en tierras peruanas, se encuentra en Mala a pocos
kilómetros de Lima en la Costa del Pacífico. Comimos ese día con las hermanas
que abrieron su mesa, como siempre, a los nueve comensales que ese día éramos,
con palabras de Fernando, que me ponía en un correo, podemos definir el encuentro:
“Gracias a las hermanas y a todos vosotros por el día tan estupendo que hemos pasado”.
Y el día 15 tomé el
avión con destino a España aterrizando
en la T4 a los 14,30 minutos
Amigos y amigas han
sido muchos los acontecimientos y
experiencias vividas en esos 21 días que
he compartido y vivido entre vosotros,
ciertamente la estoy recordado con
nostalgia y cariño mi paso por: Lima, Cajamarca, Celendín, Leymebamba, Chachapoyas, Rodríguez de Mendoza y las respectivas
parroquias y comunidades con las que he convivido y en las que he celebrado la Eucaristía y otras Celebraciones, en ellas era obligado,
porque ellos lo exigían, manifestarle el saludo, el recuerdo y el cariño de los padres que por la Misión pasaron; Ángel
Maya, Antonio León, Isidro Luengo, José A. Ardila, (P.Josely), Diego Isidoro y
Federico Gragera, (P.Fede) , sin olvidar a Leonardo que pasó un tiempo con
Josely en Sorochuco. Ante este saludo
mencionando a los sacerdotes, ellos respondían con un cerrado aplauso….;
por todo esto y otras muchas razones similares, tengo que decir que, una vez
más, mi paso por esas tierras, como en
otras ocasiones, ha supuesto una
experiencia espiritual fuerte e
importante en mi vida. Si Dios quiere, no será la última vez que vuelva a estar
entre vosotras y vosotros.
Soy consciente que son muchas cosas importantes las que me quedo por contar y decir, por eso, parangonando a un personaje de Campoamor, solo me queda decir que “Cuantas cosas os diría si yo supiera escribir”.
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