Queridos amigos/as y familia:
Mi salida del
Perú cumple dos
meses. Me surge
el deseo de
compartir con ustedes,
a los que
amo especialmente, mis sentimientos. No ha sido fácil la vivencia de
este tiempo y no precisamente por falta de cercanía y ayuda de muchos de ustedes, mi familia y amigos, tanto de acá
como de allá. Una vez más les expreso por ello mi más profundo
agradecimiento. Soy un
afortunado por tener
siempre cerca un
amplio abanico de
gente encantadora.
Nada pone en duda mi convicción de que los más de 16 años
vividos en el Perú han sido para mí una experiencia
enriquecedora. Todos sabemos que un nazareno ambulante acuñó un día una más de
sus muchas sabias reflexiones: “Donde está tu tesoro, está tu corazón”. Eso
explica por qué mi corazón está aún en gran parte en el Perú, que se ha
apoderado de él, aunque hay que evitar apegos paralizantes, lo cual no es incompatible con la existencia
de un cordón umbilical, forjado con amor, que me vincula a muchas personas que
son para siempre parte de mí. Esa gente, ustedes, supieron acompañarme con palabras y
gestos de cariño
en los difíciles
últimos días de
mi estancia peruana.
En ese arte
son maestros.
El avión que me trajo salió de Lima el 18 y aterrizó el 19 en
Madrid, donde hacía un frío glacial. Era mi
voluntad cambiar el chic mientras sobrevolaba el Atlántico. Pobre iluso. Dos meses después de pisar tierra española puedo decir que el aterrizaje personal aún no ha
concluído. Algún compañero que ha pasado por esta experiencia me decía semanas
atrás que “es duro... y dura”. Doy fe de que es así. Llegado a este punto,
sería un mal nacido si no expresara mi agradecimiento a quienes se han
afanado por facilitarme la
reintegración. Ya en el aeropuerto mi familia y algunos amigos se hicieron
presentes, creando un ambiente de acogida y alegría que me llenase de consuelo.
Otros empezaron a dar trabajo a las líneas de los móviles y expresar sus
sinceros deseos de transmitirme el
calor de la amistad. Han sido dos meses de sentirme acompañado por gente de mis
dos países: Perú y España. Gracias por ello.
Pasadas las fiestas
navideñas, el cuidado
de la salud
se convirtió en tarea prioritaria.
Las pruebas médicas no
detectaron nada anormal
en el preocupante tema
de la próstata.
Otros análisis han descartado la posible presencia de
parásitos. Pero para que todo no sea de color de rosa, ha aparecido una hernia
inguinal de la que seré operado el martes 21 de este mes. En principio, nada
preocupante.
Agradezco a médicos amigos que han facilitado que esta
revisión se haya producido en tiempo récord. Físicamente me encuentro bien. Sin
duda me beneficia la actividad deportiva diaria y el cuidado con la comida, a
pesar de no haber podido evitar engordar poco más de un par de kilos.
Tres semanas han estado más centradas en acompañar a gente
shilica que ha estado por aquí. Al ser personas muy queridas, su presencia ha
sido un regalazo. Hemos gozado juntos.
Desde el pasado lunes, he comenzado a organizar mi tiempo de
cara a las próximas semanas. Oración, lectura,
visitas a compañeros
y parroquias, participación
en grupos van
adquiriendo el espacio adecuado. Desde
Semana Santa hasta
mediados de mayo
voy a estar
en una parroquia
de Badajoz sustituyendo a un compañero.
Será mi primer paso en el reencuentro con la pastoral parroquial. Lo afronto
con ilusión. Parece que a finales de mayo ya me darán destino cara al curso
siguiente. Quiero aprovechar estos meses para seguir resituándome en esta nueva
realidad y poner a punto mis resortes personales. La diócesis a la que pertenezco, personalizada en el obispo Celso
y en Paco Maya, mi actual
párroco, están teniendo conmigo un comportamiento maternal. Gracias.
No puedo terminar sin mencionar de nuevo a mi familia. Más
atenciones que me tienen es imposible. Delicadeza total y atención
privilegiada.
A todos ustedes, familia y amigos, gracias, gracias,
gracias. Siento su cariño. Reciban el mío.
Antonio Sáenz
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